17 de julio de 2009

Doméstico

Por una de esas extrañas conexiones neuronales, la demolición del Servicio Doméstico me ha recordado un libro de ensayos de Eco que encarecidamente me aconsejaron leer durante aquel curso. En sus páginas, el pensador italiano habla de los universales semánticos, esas nociones comunes que, por su importancia, se repiten en todas las culturas. Los universales semánticos se pueden contar con los dedos de la mano y precisamente entre ellos se encuentran todos aquellos que se refieren a la posición de nuestro cuerpo en el espacio. Lo que Eco quiere decir es que en una lengua podrá faltar la palabra dinero, o incluso podrá faltar la palabra poder, pero lo que nunca faltará en ningún dialecto del mundo son palabras como arriba y abajo, o como izquierda y derecha. Me parece que por aquella época aún tierna de mi desarrollo intelectual yo no lograba entender del todo la importancia de lo que me estaban explicando. Recuerdo que me gustaba la sonoridad poética de aquel concepto de universales semánticos, pero creo que no comprendía lo esencial de su significado: que el espacio es un asunto muy delicado que afecta a nuestros afectos y que no se puede alterar a la ligera sin correr riesgos de trastornar nuestra identidad.
Ahora, con la muerte súbita del Servicio Doméstico, lo he entendido al fin. ¡Estoy tan desorientado como cuando le comunicaron al cisne del parque San Miguel su traslado por la gripe aviar! Porque, tras la desaparición de mi querida esquina del Servicio Doméstico, ya me dirán ¿dónde vamos a quedar mis amigos y yo cuando bajemos a la Universidad a recordar viejos tiempos? ¿En un parking desolado donde los sioux nos pueden atacar por la espalda?

Fragmento de un artículo publicado en la revista ‘Piedra de Rayo’